Para Scheleiermacher, el saber histórico, cuyo objeto es el estudio de algo que está ausente, abre el camino que permite suplir lo perdido y reconstruir la tradición ya que nos devuelve lo ocasional y originario. La hermeneútica en él se orienta hacia la recuperación del origen de lo acontecido, que es donde debe buscarse, según él, el significado de lo sucedido. Así, podría decirse, por ejemplo, que el significado de la revolución francesa se encuentra en el contexto mismo que dio origen a dicha revolución. Es preciso volver a ese momento, para intentar comprender las motivaciones de sus protagonistas. El significado del hecho histórico, hay que buscarlo entonces en la producción original a partir de las motivaciones de sus autores, considerando, también sus intenciones.
Sin embargo, Gadamer, a partir de Hegel, nos recuerda que la reconstrucción de las condiciones originales, igual que toda restauración, es una empresa impotente. En efecto: lo reconstruido, la vida recuperada desde esta lejanía, no es la original. "Ni la imagen devuelta del museo a la iglesia, ni el edificio reconstruido según su estado más antiguo, son lo que fueron. Se convierten en un simple objetivo para turistas".
Para ilustrar esto, Gadamer cita a Hegel (FDE):
(Las obras de la musa) no son más que lo que son para nosotros: bellos frutos caídos del árbol. Un destino amable nos lo ha ofrecido como ofrece una muchacha estos frutos. No hay ya la verdadera vida de su existencia, no hay el árbol que los produjo, no hay la tierra ni los elementos que eran sus sustancia, ni el clima que dominaba su proceso de llegar a ser. Con las obras de aquel arte el destino no nos trae su mundo, ni la primavera ni el verano de la vida moral en la que florecieron y maduraron, sino solo el recuerdo velado de aquella realidad.
(...)
Pero igual que la muchacha que nos ofrece la fruta cogida es más que su naturaleza, sus condiciones y elementos, más que el árbol, que el aire, la luz, etc., que se ofrecen inmediatamente; pues ella, en el rayo de la mirada autoconsciente y del gesto oferente, reúne todo esto de una manera superior; así también, el espíritu del destino que nos ofrece aquellas obras de arte es más que la vida moral y la realidad de aquel pueblo, pues es la re-memoración del espíritu que en ellas aún estaba fuera de sí: es el espíritu del destino trágico que reúne a todos aquellos dioses y atributos individuales de la sustancia en el pantheón uno, en el espíritu autoconsciente de sí mismo como espíritu.
Así, en Hegel y en Gadamer, la esencia del espíritu histórico no consiste en la restitución del pasado, sino en la mediación del pensamiento del pasado con la vida actual.
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