29 mayo 2025

Hermenéutica filosófica: un esfuerzo de síntesis de la obra más importante de Hans - Georg Gadamer

1. Naturaleza de la interpretación en Gadamer

En el ámbito de la historia, la hermenéutica se pregunta por el significado del texto histórico. 

Al respecto, es preciso diferenciar “crónica” de “historia”. La crónica registra el orden cronológico en que se verifican los acontecimientos. La historia no se reduce a ella: su especificidad radica en comprender el significado de tales acontecimientos, esto es, interpretarlos. 

La primera regla hermenéutica establece que “todo debe entenderse desde lo individual y lo individual desde el todo” (63 – T.II). Sin embargo, entre lo universal y lo particular siempre hay una distancia. La ley es siempre abstracta por definición (carece de determinaciones presentes en lo particular).  Por ejemplo: existen leyes económicas, pero, en cada país, en cada momento histórico, en cada esfera geográfica se observa habitualmente una distancia entre la ley y los hechos particulares (particularidad). Por lo tanto, es preciso interpretar la ley en el marco del hecho particular y el hecho particular en el marco de la ley como una totalidad procurando explicar la diferencia que marca esa distancia. Lo mismo se observa en el ámbito de la jurisprudencia: La ley positiva nunca contiene en ella las particularidades de los casos concretos que deben resolverse en el marco de dicha Ley. Por lo tanto, para aplicar  el texto de la ley positiva a cada caso particular, es preciso realizar una interpretación. Esta distancia se da también en la esfera de la interpretación de las sagradas escrituras. Y, en términos generales, en la interpretación de todo texto.

A su vez, la interpretación sobre qué significa determinado hecho histórico, empieza siempre, con conceptos previos, heredados de lo que Gadamer llama “tradición”, se trata de presupuestos (333 – T.I) que en el curso de toda investigación serán reemplazados en forma progresiva por otros más adecuados al objeto (como lo es la pauta en Hegel). Esta cuestión nos lleva a la problemática de los prejuicios. 


2. Los prejuicios

 La consciencia histórica tiene – inevitablemente- prejuicios, prejuicios por precipitación (Descartes) y/o prejuicios de autoridad (Kant) -, esto implica que no puede conocer objetivamente en términos de las aspiraciones de la Ilustración del siglo XVIII. Recordemos la fórmula Kantiana: “ten el valor de servirte de tu propio entendimiento”. La tendencia general de la ilustración es no dejar valer autoridad alguna y decidirlo todo desde la cátedra de la propia razón. Gadamer argumenta sin embargo que la superación de todo prejuicio como exigencia global de la ilustración, es ella misma un prejuicio. 

“El que se cree seguro en su falta de prejuicios porque se apoya en la objetividad de su procedimiento y niega su propio condicionamiento histórico, experimenta el poder de los prejuicios que le dominan incontroladamente como una vis a tergo” -como una fuerza detrás-. (437. T.I). 

En Gadamer, lejos de ser un límite de la consciencia histórica, los prejuicios son condición de posibilidad de la misma. No se trata de eliminarlos (esto es imposible) sino de diferenciar los prejuicios verdaderos - a partir de los cuales comprendemos- de los prejuicios falsos - que producen malentendidos – (T.I 369) e integrarlos, es decir, de reconocerlos, en la comprensión a través del diálogo con textos de otras épocas históricas.  Esa integración enriquece la comprensión histórica no solo porque comprendemos el pasado (lo otro) sino porque en la comprensión de lo otro nos comprendemos a nosotros (el presente) y, por lo tanto, el contenido de la pre - comprensión inconsciente queda superada. El otro resulta clave en la comprensión. “Quizás nunca conocemos tanto de nuestro propio ser histórico como cuando nos llega el hálito de mundos históricos totalmente extraños”. (41 – T. II).  

La célebre frase “quien conoce un solo país en verdad no conoce ningún país” representa con claridad esta cuestión. 

Ahora bien, como los prejuicios mutan – son históricos-, porque cada época se enfoca en sus propios conceptos, la consciencia histórica también lo hace. La historia es una constante transformación del nexo de significados y, por lo tanto, no es posible alcanzar una comprensión definitiva de la historia. Esta última siempre está sujeta a interpretaciones novedosas a partir de supuestos (tradiciones) novedosos. Por esto mismo, una característica propia de la hermenéutica es que ella misma es histórica. Es decir, la comprensión nunca es definitiva “ser histórico quiere decir no agotarse nunca en el saberse” (372. T.I.).  


“El que lea dentro de 50 o 100 años la historia de estas tribus que se escribe ahora, no solo la encontrará anticuada porque entretanto se sepa más o se hayan interpretado mejor las fuentes, podrá también admitir que en 1960 las fuentes se leían de otro modo porque su lectura estaba movida por otras preguntas, por otros prejuicios e intereses”. (14.T.I).


3. Psicologismo y objetivismo

 La tesis de la hermenéutica tradicional en el siglo XIX (Schleiermacher, Savigny, Boeckh, Steinthal, Dilthey) sostiene que comprender el pasado significa ponerse en el lugar de sus protagonistas para poder captar las verdaderas intenciones y consecuencias de sus actos. Para estos autores no sería posible comprender el significado de la vida en la Edad Media o en la Antigüedad si de alguna manera no alcanzáramos a percibir el ser otro en ese contexto, yendo allí. Para autores como Schleiermacher comprender realmente la historia supone estar dotado de la capacidad extraordinaria para habitar un lugar inaccesible. “Lo que se trata de comprender no es la literalidad de las palabras y su sentido objetivo, sino también la individualidad del hablante o del autor. Schleiermacher entiende que esta solo se comprende adecuadamente retrocediendo hasta la génesis misma de las ideas.” (239. T.I). Gadamer busca trascender este psicologismo del análisis histórico que busca “recrear un acto creador” (241.T.I). A partir de su análisis de la Fenomenología del Espíritu de Hegel, pone de relieve la necesidad de superar esta posición psicologista por ser un ejercicio imposible ya que no se puede ocupar el lugar del otro. Con esto se rebela también que el conocimiento histórico tiene un límite (no se puede acceder al pasado de cualquier forma). Además, una cuestión relevante: la intención del hablante como criterio de comprensión es errónea porque la realidad histórica sobrepasa siempre las intenciones de sus protagonistas.  Gadamer buscar así, salir de la psicología de los sujetos para volver a la cosa en sí, a aquello de lo que se trata. 


Sin embargo, este “volver a la cosa” no constituye, al menos en Gadamer, un abstracto materialismo histórico, porque Gadamer es consciente de que “la reproducción en el pensamiento del objeto tal cual es” es una reproducción ideal en la que la subjetividad deposita inevitablemente sus prejuicios. A modo de ejemplo: Marx investiga El capital, este es su objeto específico. Pero para poder comprender las determinaciones de esta “cosa” que en realidad es una relación social específica, parte de una tradición: la economía política clásica. Sin esta tradición, sin sus pautas, y sin el descubrimiento de Marx de los supuestos reconocidos por él como supuestos presentes en la economía política clásica (incluyendo sus conceptos naturalizados), la reproducción de lo concreto por el pensamiento sería imposible. 


A partir de su crítica a las posiciones unilateralmente psicologistas y unilateralmente objetivistas, Gadamer supera problemáticas propias del campo histórico y al mismo tiempo desarrolla y/o reinterpreta conceptos novedosos, a saber:  el círculo hermenéutico, la fusión de horizontes, la historia efectual y la lingüisticidad. 


4. Círculo hermenéutico 

(333. T.I)

Gadamer adopta este concepto de Heidegger. El círculo hermenéutico tiene su fundamento en los prejuicios. Toda comprensión de algo significativo supone que quienes significan aportan un conjunto de prejuicios (presupuestos). Heidegger llama a esta situación círculo hermenéutico: “comprendemos solo lo que ya sabemos; percibimos solo lo que ponemos” (40 – T.II). Lo que ponemos son nuestros supuestos y nuestra interpretación gira siempre en torno a ellos, en torno a lo que nosotros suponemos que la realidad es. Estas suposiciones en la medida en que son reconocidas como tales, se transforman y alteran nuestra consciencia. A su vez, la interpretación vuelve así a realizarse sobre esa transformación. En esto consiste el círculo.  

La interpretación resulta en un movimiento circular porque nada de lo que se interpreta es comprendido de una sola vez (TI. 246). Recordemos que, en tanto seres finitos, nunca hay una interpretación definitiva, siempre surgen nuevas interpretaciones en cada presente histórico con sus propios presupuestos. La interpretación es un círculo con forma espiralada. 


5. Horizonte y fusión de horizontes  

Horizonte es el ámbito de visión que abarca y encierra todo lo que es visible desde un determinado punto. “El que no tiene horizontes es un hombre que no ve suficiente y que en consecuencia supervalora lo que le cae más cerca”. (373. T.I). En cambio, tener horizontes significa no estar limitado a lo más cercano, sino poder ver por encima de ello. El que tiene horizontes puede valorar correctamente el significado de todas las cosas que caen dentro de ello según los patrones de cerca y lejos, grande y pequeño. Ganar un horizonte quiere decir, aprender a ver más allá de lo cercano, no desatenderlo, sino verlo mejor integrándolo en un todo mayor. 

El concepto de horizonte es heredado en cierta forma del planteamiento psicologista: parece una exigencia hermenéutica justificada el que uno se ponga en el lugar del otro para poder comprenderlo, accediendo de esta manera a su horizonte. Ocurre con el diálogo entre personas que tienen el propósito de llegar a conocer al otro, en este caso no se busca el consenso sobre un tema, sino más bien se busca que el contenido objetivo de la conversación sea un medio para conocer el horizonte del otro (es decir, cómo el otro comprende algo y se relaciona por lo tanto con las cosas). El otro se hace comprensible en sus opiniones desde el momento en que se reconoció su posición y horizonte, sin que esto implique un acuerdo con el otro. Para quien piensa históricamente, la tradición (el otro en el pasado) se hace comprensible en su sentido sin que uno se entienda necesariamente con ella.  Se busca así comprender la posición desde la que el otro piensa lo que piensa. 


De esta manera, cuando se logra esta comprensión se logra acceder al horizonte del otro. Por ejemplo: sociedades que basan todo su comportamiento en mitos, requieren de un conocimiento certero de los mitos como tales y de la relación de ellos con estos. La diferencia con el planteo psicologista es que en Gadamer la comprensión del otro, siempre es la comprensión del otro desde la propia mirada actual. “Lo que no es verdad es que este horizonte se gane desplazándose a una situación histórica. Por el contrario, uno tiene que tener siempre su horizonte para poder desplazarse a una situación cualquiera”. (375.T.I)  


Sin embargo, es preciso aclarar una cuestión: el horizonte cerrado que cerca a las culturas es una abstracción: “La movilidad histórica de la existencia humana estriba precisamente en que no hay una vinculación absoluta a una determinada posición, y en este sentido tampoco hay horizontes realmente cerrados”. “El horizonte se desplaza al paso de quien se mueve”. “Todos ellos juntos forman ese gran horizonte que se mueve por sí mismo y que rodea la profundidad histórica de nuestra autoconsciencia más allá de las fronteras del presente”. (374-375.TI). El desplazamiento significa un ascenso a una generalidad superior que rebasa la particularidad propia y la del otro. 

La conformación del horizonte supone apertura: la apertura hacia el otro implica el reconocimiento de que debo estar dispuesta a dejar valer en mí algo contra mí misma, lo que trae el otro. (438. T.I). La apertura supone siempre, en la experiencia hermenéutica, la pregunta (en un sentido socrático). 


6. Historia efectual (Wirkungsgescichte, en alemán) y consciencia


La historia no constituye meramente un conjunto de eventos pasados, la historia es también presente porque el pasado tiene un impacto continuo en éste, la historia nos afecta, en este sentido la historia es efectual porque determina nuestros supuestos no sabidos como supuestos. La historia afecta nuestro presente, la manera en que miramos el pasado. 


“Cuando intentamos comprender un fenómeno histórico desde la distancia histórica que determina nuestra situación hermenéutica en general, nos hallamos siempre bajo los efectos de la historia efectual. Ella es la que determina por adelantado lo que nos va a parecer cuestionable y objeto de investigación…” (T.I – 371). 


Sin embargo, la idea de que la historia efectual puede llegar a hacerse completamente consciente – esto es, suponer que podemos ser conscientes de las determinaciones históricas que nos atraviesan – es similar, según Gadamer, “a la pretensión hegeliana de un saber absoluto en el que la historia llegaría a su completa auto - transparencia y se elevaría hasta la altura del concepto”. La consciencia de la historia efectual es consciencia de la propia situación hermenéutica (consciencia de la propia situación en la que nos encontramos para intentar comprender la tradición que nos atraviesa, consciencia de nuestro límite como seres históricos, esto es, atravesados por prejuicio y tradición ). 


De esta manera: 


“Todo saberse procede de una determinación histórica que podemos llamar con Hegel <<sustancia>>, porque soporta toda opinión y comportamiento subjetivo y en consecuencia prefigura y limita toda posibilidad de comprender una tradición en su alteridad histórica. Desde esto, la tarea de la hermenéutica filosófica puede caracterizarse como sigue: tiene que rehacer el camino de la Fenomenología del Espíritu hegeliana en cuanto que en toda subjetividad se muestra la sustancialidad que la determina”. (T.I 372, resaltado y subrayado propio). 


Sin embargo, uno no se encuentra frente a la situación hermenéutica, como algo que se puede objetivar y analizar en forma exterior al sujeto, sino que estamos en una situación hermenéutica, habitamos esa situación. Justamente por esto nunca se accede del todo a ella. 


Para ilustrar este problema podemos recurrir a una famosa frase de Foucault: 


“El pez nunca descubre que vive en el agua. De hecho, porque vive inmerso en ella, su vida transcurre sin advertir su existencia, de igual forma, cuando una conducta es normalizada por un ambiente cultural dominante, se vuelve invisible.” (Michel Foucault).


Sobre esto, cabe preguntarse en términos de la propia Fenomenología del Espíritu de Hegel, si aquel límite histórico infranqueable que nunca descubriremos, no es acaso el noúmeno kantiano tan cuestionado por el propio Hegel: una segunda naturaleza incognoscible dentro de la propia naturaleza histórica que recae verdaderamente no ya en la historia sino en la propia consciencia histórica  como su desdoblamiento y, por lo tanto, como un residuo teológico. El mismo problema encierra el concepto de horizonte: “El concepto de la situación se determina justamente en que representa una posición que limita las posibilidades de ver. Al concepto de la situación le pertenece esencialmente el concepto de horizonte”. (T.I. 372). 


¿Acaso podemos trazar los límites de nuestro conocimiento, si la condición necesaria para hacerlo es poder conocer que hay un “del otro lado” del conocimiento – una contradicción en sus propios términos  -?

La única vía para sostener el noúmeno kantiano es retrospectiva: se que hay algo que posiblemente exista sin que yo tenga acceso a ello, porque en otras ocasiones desconocía fenómenos que luego se presentaron ante mí. De esta manera, el noúmeno tiene por naturaleza manifestarse, no es por tanto, en términos estrictos un noúmeno (inaccesible). 


Hay que recordar que Hegel descubre que el noúmeno kantiano es, precisamente, un supuesto del sujeto moderno.  En efecto, el propio Gadamer plantea que el conocimiento de lo propio (nuestros prejuicios) se logra por medio del conocimiento de lo otro. En consecuencia, sostendremos con Hegel, sin seguir a Gadamer, que el saber es saber absoluto: nuestros prejuicios podrán ser invisibles por algún tiempo, pero son cognoscibles. 

Sobre carácter histórico de la realidad social y de la subjetividad (cuyos prejuicios mutan y por lo tanto nunca se alcanza una interpretación definitiva), no puede dejar de recordarse la famosa frase de Hegel: “En lo que respecta al individuo, cada uno es, por otra parte, hijo de su tiempo; del mismo modo, la filosofía es su tiempo aprehendido en pensamientos. Es igualmente insensato creer que una filosofía puede ir más allá de su tiempo presente como que un individuo puede saltar por encima de su tiempo, más allá de Rodas. Pero si su teoría va en realidad más allá y se construye un mundo tal como debe ser, éste existirá, por cierto, pero sólo en su opinar, elemento dúctil en el que se puede plasmar cualquier cosa.” (Hegel, GW. Filosofía del derecho). 

7. Lingüisticidad 


En Gadamer, la existencia del mundo está constituida lingüísticamente (531. TI). Por lo tanto, el lenguaje no es solo un medio para comunicarse sino la forma de la realidad misma. La lingüisticidad a su vez es la capacidad de comprenderse con los demás, es lo que constituye la solidaridad. Es la forma que toma la comprensión que subyace a la pregunta implícita en la búsqueda de comprensión. La interpretación tiene que dar con el lenguaje correcto si quiere comprender “lo otro” desde los conceptos propios. 

Ahora bien, Gadamer pregunta ¿cómo es posible llegar a comprender una tradición extraña si estamos atados a la propia lengua que hablamos? (482. T.I). Además, la multiplicidad de las lenguas nos plantea la pregunta sobre cómo puede estar cada lengua en condiciones de decir todo lo que quiera a pesar de su diversidad respecto de las demás lenguas. La lingüística enseña que cada lengua realiza esto a su manera. Lo que plantea el concepto de lingüisticidad sin embargo es cómo actúa en todas partes la misma unidad de pensar y hablar dentro de esta multiplicidad de las maneras de hablar y cómo se logra que cualquier tradición escrita pueda ser entendida. Toda comprensión está penetrada por lo conceptual, lo que permite la unidad de palabra y cosa. 

A su vez, es el propio lenguaje el que construye y sustenta una orientación común en el mundo. El hablar unos con otros pone en sí mismo de manifiesto un aspecto común de lo hablado. (184. T. II).  El acuerdo no siempre se alcanza, pero nuestra vida social descansa en el presupuesto de que la conversación deshace el bloqueo producido por el aferramiento a las propias opiniones. (457 T.I y 185. T.II). La lingüisticidad entonces es la solidaridad implícita, lo común presupuesto en el lenguaje que permite construir un mundo compartido. 

Sin este presupuesto, la hermenéutica, esto es, la comprensión del mundo, que nunca se da en forma aislada, sería imposible.